martes, 24 de mayo de 2011

..en el jardín....


La lechuza nocturna se ha levantado para saludar a la primavera sumandose al canto de las golondrinas. Sin embargo su sonido es extravagante y repetido, intentado estar a la altura de la banda sonora que suena fuera de este jardín.
El sol, se esconde parcialmente por el horizonte impuesto por el pretil de la azotea. Y los rayos sortean todos los obstáculos llegando hasta el rincón más diminuto y escondido entre la grama.
La luz parcheada por el pacífico rebota en la fachada de la casa.
En en ella todas las flores se reconocen gracias a su sombra, incluso se puede distinguir al conejo que cada vez parece más cerca de mí. Roe la hierva aquí y allá como si se tratase de un juego para encontrar la más verde.
Una hormiga bordea la manta en la que estoy tumbada, dibujando cada curva y cada pliegue de esta. En el recorrido varias se unen a ella creando una fila de diminutas esferas negras que suben y bajan siendo fieles a la topografía de la manta, que yo la altero con cada movimiento.
A pesar de todo, sus ágiles patitas se adhieren con fuerza al textil sin dejarlas caer. En su sombra resultan graciosas, como si se tratase de exploradores diminutos en un desierto gris.

El sol les abruma y pronto llegan al filo, perdiéndose entre la selva de la grama.
Perdida también está la manguera que riega el jardín. Una serpiente inmensamente larga se curva y repta hasta llegar al almendro.
En esta esquina, una silla olvidada que antes utilizábamos para subir a los árboles, se va camuflando con un color verdoso entre la hiedra que cubre la pared del fondo. Llena de pulgones y resina del almendro permanece inmutable. Parece que también ella ha echado raíces.
Con las patas cada vez más hundidas en la tierra, da sombra al conejo que se lame bajo ella.
Ahora este, está lejos. Pero no importa donde esté, siempre
es inalcanzable, siempre corriendo. Como en el País de las
Maravillas.
Cuando parece estar cerca, te arrodillas confiado para acariciarlo y huye saltando a esconderse entre las flores del pacífico.

Desde el suelo el jardín parece enorme e infinito. Conforme me incorporo, la escala se vuelve más humana y el mundo del jardín casi desaparece...